José de Arimatea y Nicodemo le bajan de la cruz y le ponen en brazos de su Madre; la Virgen María lo abraza con inmenso amor. "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", dice el Señor; pero a aquellos que más ama les presenta más duro el camino y más silenciosa la verdad. Aunque Ella sabe muy bien que los judíos no le quitaron la vida sin el propio consentimiento, pues recordaría las palabras de su Hijo: "Yo doy mi vida; nadie me la quita sino que Yo mismo la doy de mi propia voluntad..." (Jn. 10, 18)., y Ella acepta que la entregue voluntariamente aunque eso le causa un inmenso sufrimiento. Pero ese dolor, Santísima María, se tornará en poder, y esas lágrimas en dones. Ruega por nosotros Madre nuestra.
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